La idea de una obra salesiana en el Táchira comenzó a tratarse, por los años 1905-1906, cuando el Presidente de la República Cipriano Castro, queriendo manifestar su cariño hacia su pueblo natal, Capacho, construyó una escuela para varones con el propósito que fuese dirigida por la Congregación Salesiana, pero el edificio no resultó apto para un instituto educativo, y como consecuencia el proyecto fue desechado.
Durante los años 1904 y 1908, cuando los Salesianos se encontraban en Maracaibo, contaron entre sus cooperadores con José de la Trinidad Colmenares, quien era vecino de Táriba, pero vivía en aquella ciudad. Colmenares, había conocido a los Salesianos de Santa Fé de Bogotá y, admirado por la obra de Maracaibo, había manifestado, y para su tierra natal ambicionaba algo igual, que contase con un buen colegio, una iglesia dedicada a María Auxiliadora y una escuela de artes y oficios. Pero cuando ya estaba por tramitar su solicitud ante el Rector Mayor de los Salesianos, le sorprendió la muerte y no pudo llevar a cabo su propósito.
Sin embargo, este sueño se hizo realidad, gracias a la intención de la viuda de Colmenares, Isabel Chuecos de Colmenares, quien en el año 1914, ofreció y donó un terreno al norte de la ciudad de Táriba. Pero mientras se erigía la construcción, Virginia de Colmenares, cedió bondadosamente su casa para la instalación momentánea del Colegio.
El 15 de diciembre se abrieron las inscripciones, recibiendo a Pablo de la Cruz quien llegaría a ser Embajador de Venezuela ante la Santa Sede en Roma.
Al llegar el 7 de enero de 1915, se inauguró el Colegio Don Bosco, acto que se convirtió en un acontecimiento histórico para Táriba y el Estado Táchira, comenzando con 80 niños, que a fin de mes llegaban al centenar y para terminar el año escolar contando con 150 estudiantes, de los cuales 45 eran internos.
El terreno donado por Isabel Chuecos, no era suficiente para realizar el proyecto original de los Salesianos en Táriba. Por tanto, la nueva tarea consistía en comprar las propiedades colindantes y las autoridades municipales cedieron lo que fue la Plaza Miranda, que hoy es el jardín de la entrada a la Institución; y es así como para abril de 1916, se pudo pensar en la bendición de la Primera Piedra del proyectado Colegio Salesiano.
Los trabajos de construcción del nuevo Colegio San José, se realizaron entre 1916 y 1920 debido en primer lugar a las dificultades económicas, seguido por la escasez de materiales a causa de las guerras y la inestabilidad de los obreros.
Según referencias históricas de cronistas de la época, el Plantel recibió tantos elogios en distintas circunstancias y todos los años, que fue reconocido y recomendado como el mejor de la República.
En enero de 1920, se realiza el tan suspirado traslado al nuevo local, y definitivamente sin tantos preámbulos y ceremonias, el 27 de ese mismo mes, con la presencia de Monseñor Felipe Rincón González, Arzobispo de Caracas, se inaugura oficialmente lo que se conoció como el Colegio San José de Táriba.
Desde este momento hasta el año 1973, estuvo dando los frutos que todos esperaban. Académicamente era el primer Colegio de la región y los docentes salesianos, como el Padre Casazza, eran contados entre los catedráticos mas preparados cultural y pedagógicamente. Los alumnos, muchos de ellos, provenientes de otros estados del país, se emulaban entre sí para sobresalir en los estudios, siendo las fiestas litúrgicas, el deporte, la música y el teatro eran parte importante en la formación de aquellos jóvenes.
Entre los acontecimientos importantes que tuvieron lugar en el transcurso de esos años, se encuentra el 24 de mayo de 1927, cuando se inauguró solemnemente el Oratorio Festivo, frecuentado desde el primer día por más de 200 muchachos. De allí, surgieron los primeros grupos Scouts del Estado Táchira.
Por diversas razones, las instalaciones de Táriba tuvieron que cerrarse y los Salesianos se mudaron a San Cristóbal, donde fue propuesta la creación de un centro promocional de pastoral para la juventud mas necesitada, denominado Centro Juvenil Don Bosco.
En el año 1990, la desmantelada y devastada infraestructura de Táriba, corrió el peligro de caer en manos de los Mormones. Afortunadamente, hubo en el Gobierno, exalumnos, devotos de Don Bosco y oriundos de esta ciudad, quienes centraron sus esfuerzos para que esos terrenos fuesen adquiridos por el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales Renovables y destinados a una obra provechosa para la localidad.
Fue de allí, donde nuevamente afloró la idea patrocinar allí mismo una obra católica, de tipo social, que redundara en beneficio especialmente de la juventud, posiblemente dirigida por la familia salesiana.
De esta manera, hasta 1990 los Salesianos estuvieron en San Cristóbal. Pues para el 15 de agosto de 1992, se firmó el Acta-Convenio de entrega en comodato del antiguo colegio, con el fin de levantar allí una Escuela de Formación Artesanal y un buen Centro Juvenil.
A partir de este momento, se emprendieron los trabajos para refraccionar los muros perimetrales del terreno, de acondicionar los locales adyacentes al edificio viejo, adaptándolos a talleres y de construir una modesta residencia para la comunidad salesiana, terminándose la obra en noviembre de 1995.
Una vez aptas las instalaciones y bajo la rectoría del Padre Aníbal Bello sdb, comenzaron a dictarse cursos en la nueva sede.
Posteriormente, el 26 de mayo de 2001, culminaron las labores de ampliación y habilitación de la infraestructura, acontecimiento que debió la refundación de la misma, lo que permitió atender a una mayor cantidad de niños y jóvenes, ansiosos por experimentar un cambio en sus vidas. Para ese año se dictaban 10 cursos en diferentes áreas.
En 2004, se extendió la oferta académica y así mismo las áreas físicas, aperturando nuevos talleres en herrería, carpintería y mecánica automotriz.
Los exalumnos que han egresado del Colegio y del Centro, en cualquiera de sus etapas, hoy día gozan de buenos trabajos, además de continuar con sus estudios para obtener su título profesional, y agradecen a la institución por la semilla que sembraron en ellos y la voluntad de empeño que creció en sus vidas. *Fuente: Los Salesianos en Táriba, Aldo Manolino, 1995