Wilfen Florez, ejemplo de docencia con vocación

Desde el año 1997, he vivido y compartido en el Centro Ambiental Salesiano de Capacitación para el Trabajo (CASACAT), como instructor en Herrería, con un inicio humilde bajo condiciones estructurales en ruinas y con dificultades desde un punto de vista económico, que no fueron obstáculo para dedicarme a brindar conocimiento a los jóvenes necesitados.
Poco a poco y año tras año, los esfuerzos de cada Director del Centro, se han encaminado a mejorar tanto las instalaciones como la calidad de vida del personal docente, optimizando nuestra situación económica ajustándola a los beneficios de la Ley, así como también, aperturando nuevas especialidades y reclutando talento humano idóneo para el bienestar de los estudiantes.
Superando situaciones internas de conducta, creando desconfianza y hasta malas interpretaciones, pude evidenciar que la lucha no fue en vano pues los notorios adelantos fueron palpables.
Un joven atrayendo a otro joven, permitieron el crecimiento de la matrícula de educandos, y ante tal evidencia surgió la solidaridad de instituciones privadas y públicas, quienes colaboraron para la recuperación de las abandonadas instalaciones del antiguo Colegio San José de Táriba.
Posteriormente, se logró conseguir la ayuda monetaria que permitió la construcción de los galpones y la dotación de equipos, herramientas y materiales para las necesidades del proceso enseñanza-aprendizaje dependiendo de la especialidad, con el único fin, los muchachos.
Es grato saber cual es el horizonte y hacia donde se quiere ir. Partiendo de la esencia de cada joven, se viven experiencias nuevas para las cuales se debe estar preparado, por ello les ofrecemos condiciones apropiadas y propuestas pedagógicas que despierten su interés, respetando su estilo, pero siempre promoviendo la conciencia y acciones en otros frentes, como los son la familia y la sociedad. Nos comprometemos con la enseñanza más que con el rendimiento escolar, aceptando que aprender significa comprender, razonar, pensar, reflexionar, dudar y relacionar los nuevos conocimientos con la vida diaria.
Los muchachos llegan al Centro con muchas carencias. Su entorno, por lo general, no les permite encontrar la frontera entre la verdad y la mentira, la autenticidad y la falsedad, ni distinguir entre el bien y el mal. Situación que se agrava, cuando provienen de ambientes marginados, donde las necesidades vitales están a flor de piel y que para satisfacerlas casi todo pudiese ser permitido. La lucha por la supervivencia les obliga a justificar todo, confundiéndose la realidad con el deber ser, donde se engañan con verdades y se liberan con mentiras las adversidades.
Nosotros, los educadores debemos estar atentos, lo digo con propiedad por mis experiencias vividas y las que me faltan, por eso debemos prepararnos constantemente para poder convivir como un gran ecosistema en el que las relaciones crean un clima que favorece o dificulta el crecimiento de todos. En este sentido, dichas relaciones deben orientar al centro educativo a un diálogo con los diversos actores sociales para ayudar a educandos y educadores a caminar por el enmarañado tejido socio-cultural en que nos desenvolvemos.
De allí que el estilo Salesiano, caracterizado por ser comunicativo, introspectivo, con fluidez en los nexos interpersonales a todo nivel, los cambios de horario, una estructura física apropiada, metodologías y propuestas educativas definidas por consenso, se conviertan en un conjunto de elementos que conforman el escenario del CASACAT; donde enseñar se concibe como un “ambiente educativo”, creando ese clima de familia que experimentan continuamente los jóvenes con el propósito de ayudarlos a crecer como personas, como cristianos y como ciudadanos.
Es necesario destacar que Dios es la verdadera batería de la vida. Los muchachos centran su vida en modelos superficiales, ídolos huecos y por tanto hay que hacerles ver su error muy suspicazmente, motivándolos e incentivándolos para los buenos días y los retiros o convivencias utilizando música y recursos audiovisuales. También lo logramos de una manera indirecta dándole cabida en muchos momentos con la participación en talleres, mesas de trabajo, charlas, recreación y oración, en definitiva, actividades que sean medios para la evangelización.
Trabajando de esta manera con nuestros estudiantes constante y permanentemente, estoy seguro que en lo personal Dios ha intervenido para hacerme madurar y convertirme en una mejor persona, descubriendo que no soy yo mi felicidad sino El, y eso si que me hace gozarla al máximo, además por ser un obsequio desbordante que cuenta con el más grande respaldo, puedo afirmar que hay felicidad para compartir.
Junto a mis vivencias he compartido muchas expectativas, acompañadas de un crecimiento espiritual, que como parte del desarrollo del Centro me han permitido adaptarme a los cambios surgidos y a los nuevos sistemas que han ido variando en el tiempo. Afortunadamente, el CASACAT siempre se ha preocupado por capacitarnos adecuadamente y a la vez incentivarnos para seguir con esta admirable labor.
Pienso que el éxito que he tenido esta determinado por el seguimiento del proyecto de Don Bosco, mi experiencia técnica y el acercamiento a las capacidades, aptitudes y talentos de cada muchacho, aunado a la aplicación de nuevas estrategias y métodos de enseñanza.
Sin más, el CASACAT me ha regalado una nutrida experiencia, mentalidad abierta, disciplina, autoestima, capacitación, valores, conocimiento técnico; y, a tolerar y ser tolerante.

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